Cortometrajes de terror

Publicado por TutiendadeCine .com en

El terror, en dosis pequeña y contundente by @vic_ironic.

Siempre he sido fan del terror. Esto es un hecho. Lo que pasa es que últimamente me he aficionado a las dosis pequeñas. Esto es… los cortometrajes.

 

Ya sabéis que los metrajes reducidos pueden permitirse licencias que no están del todo bien vistas en los largos. Hablo de “las explicaciones”, eso que puede arreglar o dejarte un sabor amarguísimo en el paladar para el resto de los tiempos.

Porque los espectadores no perdonamos. Vamos directos a la yugular y te lanzamos al ostracismo si acaso has cometido sacrilegio con un filme que lo tenía todo para calarnos en los huesos, y a última hora has decidido meter la pata hasta el tuétano.

Por eso, hay cápsulas que saben hasta dónde llegar. Y no vamos a culparlas por no ir más allá. Ay, qué mundo tan magnífico e irregular el de los cortometrajes.

Pero vayamos por partes —no, no voy a hacer la broma de Jack El Destripador—.

Hay ciertos recursos que son claves para el terror. El más esencial es jugar con la luz y la oscuridad, como es de menester. Aunque también se pueden alcanzar grandes proezas con la iluminación a tope —véase ¿Quién puede matar a un niño? o El resplandor—. Hace unos añitos (2013), el sueco David F. Sandberg y su musa y esposa Lotta Losten dieron la vuelta al mundo con el cortometraje Lights Out (que no ganó el concurso para el que se presentó, pero se viralizó mucho más que el galardonado).

Se fijaron en Hollywood —James Wan lo apadrinó, para ser más exactos— y le dieron la oportunidad de dirigir el largometraje. Aunque bien es cierto que la historia extendida se perdía en los recovecos, eso le llevó a meterse en el mundillo. Suya es la dirección de la secuela de Annabelle y también las dos pelis de ¡Shazam!. Ahora qué. Y aunque tiene muchos más cortos muy recomendables, traigo a colación otros que te harán temblar por diversas razones.

 

El primero es el más largo. Es un mediometraje. Porque quiero degustaros con todo tipo de piezas. Si algo resalta en esta historia es la incomodidad que no dejará de supurar por todos los poros de vuestra cordura: The Strange Thing About the Johnsons (traducido como Lo extraño de los Johnsons). No creo que tenga que añadir mucho más sobre el director de Midsommar y Hereditary. Ved todo lo que podáis de él.

Otro de los miedos más recurrentes son las fotos. Que aparezca en una instantánea algo que tú no ves directamente y eso que está ahí. Como largometraje os recomiendo la tailandesa Shutter (2004), que se centra en el peso que llevamos encima con nuestras acciones. Pero como hemos venido a hablar de cápsulas, os sugiero echarle un vistazo a Polaroid, de Joey Greene:

Seguimos para bingo. Terror contra tu propio cuerpo. La parte auto saboteadora tiene envidia de tus logros y rema en tu contra. El mayor miedo, perdernos a nosotros mismos. The Ballerina, de Aaron Fradkin.

Ay, otro clásico: la pérdida de familiares, especialmente de los hijos. Muy en el tono del libro de Stephen King y su archi conocido Cementerio de animales, que dispone de varias adaptaciones cinematográficas, aparece The dollmaker —o El creador de muñecos— (Al Lougher, 2017)

Como dirían los ingleses, ‘no news, good news’. Es decir, que si no te enteras de las cosas, es que todo va bien. Y otra versión de los hechos vendría a ser que si no haces caso a algo… esto desaparece. Más o menos. Ignore it (Sam Evenson) nos propone algo similar. ¿Tú qué harías?

Nos tenemos que actualizar en el terror. También ahí ha llegado el 2.0; o 3.0 o lo que sea. Porque la tecnología también tiene sus resquicios. Entonces, en este mundillo, si te quieren pillar desprevenido y no apartas la mirada de la pantalla, el cristal también puede ser un portal hacia el inframundo. Que se lo digan a los personajes de Black Mirror. A ver qué te parece Don’t peek y su Nintendo Switch, de la mano de Julian Terry y llevado a cabo durante el confinamiento por tres personas. Decidme que no mola.

Otro clásico que no puede fallar: Dios. Y ya os dejo que investigueis. Portrait of God, de Dylan Clark.

¿Te incomoda que alguien te mire fijamente? Ay, dios, que me libren de las imágenes grabadas a fuego en mi mente cada vez que recuerdo It Follows. Si hay un cortometraje que está dando la vuelta al mundo es Other side of the box, de Caleb J. Phillips. La incertidumbre y el agua (que está muy relacionado con el origen y lo purificador), entre otros, son los elementos claves. Te dejará con un cuerpo algo destemplado. Y es la que más papeletas tiene para convertirse en largometraje. Sería muy interesante descubrir un desarrollo. O no.

Y ya para finalizar. Los niños y los ancianos, esos que siempre elevan el terror que puede ofrecer un adulto. Pero, al contrario que en La visita, aquí nos centramos en el primer gremio. ¿Cómo puede dar terror un clip de 15 segundos? Pues puede, si te sale algo como Emma, de Daniel Limmer. Sí, yo también creo que es fan de Shyamalan y su ‘sexto sentido’. Pero aún así.

El tiempo es clave, ya sabéis. Aprovechadlo bien. Id por la sombra.

O no, qué miedo.


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